Expectativa sistémica
Al hablar de vivir bien, por supuesto que es vital incorporar el aumento de la producción y su equitativa distribución.
Alberto Bonadona Cossío
Todo cambio o modificación dentro de
cualquier esquema se encuentra inmerso a un proceso gradual con el cual
se pueda llegar al sendero planteado. En ese sentido, se entiende que es
necesario que nuestro país eleve su productividad.
A mediados de Mayo o Julio del 2012 el
ejecutivo federal (el aún gobierno panistas) emprendió una contracción
en la inversión pública, situación que en términos reales ha permaneció
constante durante el primer año de gobierno del presidente Peña,
contrayendo el ritmo de la economía.
Sin duda, es imperiosa la necesidad de
que la inversión pública se comience a realizar para que vía efecto
multiplicador se generen empleos, es de suma importancia comenzar a
sentir progresivamente el beneficio de las reformas (aunque no hayan
comenzado en términos prácticos) o comenzar a canalizar los medios para
que las expectativas se vuelvan reales, de no cumplirse eso, por muy
efectiva que sean las reformas no fructificarán.
Existe un factor político medular, que
le da forma y sentido a toda política económica planteada, me refiero a
las expectativas de la sociedad acerca de la economía, es ahí donde se
puede potencializar y tomar una actitud de cambio, donde todos trabajen
con fuerza para construir un país mejor, para que se sienta que todo
cambio es para bien.
El grueso de la sociedad no cree en
nada, mucho de ello se sustenta a que los tomadores de decisiones no las
ejercen de forma eficiente; expreso la anterior aseveración, porque no
se crece al ritmo esperado, tampoco incluyen a muchas de las personas
que se encuentran marginadas, faltos de oportunidades, de viabilidad de
proyectos de vida, de eliminación de pobreza, de construcción de un
porvenir, esta situación.
Las desigualdades sociales no tienen
colores partidistas, pues todos los ciudadanos somos partes de esto,
algunos por apatía, otros por negligencia. La pobreza es imperdonable, y
en palabras de Don José Iturriaga: La pobreza es antiética y antiestética.
Regreso a mi trillado planteamiento de
que para avanzar y dar respuesta a las desigualdades es necesario que el
desenvolvimiento de las instituciones públicas legitimen su existencia,
no vía cambio de nombre, sino con eficiencia, siendo éste el medio para
que se elimine el abundante escepticismo social que impera.
No existirá política económica – por muy
buena que sea- que logre disminuir las brechas de desigualdad si no se
logra que las reglas del juego sean claras, las políticas públicas
eficientes, y que el derecho atienda a la pluralidad; por muy controlado
que pueda llegar a estar el poder del Estado si no se cuenta con avance
en desarrollo se seguirán presentado penosos sucesos de toda índole.
De igual forma, a las administraciones
municipales se les deben exigir más. El municipio es el gobierno más
cercano a la población, siendo la base del andamiaje institucional que
mejor debería conocer su territorio, a partir de la observancia se
debería producir elementales respuestas a las necesidades de la
población, pero no, las cosas suceden a contrario sensu y los
ediles terminan presentando ocurrencias costosas y regresivas, pues en
lugar de lograr construir un bien público, eficiente, dinámico y
productor de calidad de vida, todo se construye al revés, ineficiente,
costosos y arcaico.
Sin duda técnicamente hablé de todo,
para que avancemos se debe contar con las variables más significativas
bien alienadas hacia un mismo fin. El derecho por si solo nada resuelve,
de igual forma la economía sin reglas claras no avanza. Debemos pasar
de la simulación hacia acciones que puedan garantizar respuestas a
nuestras necesidades presentes y prevención de nuestras necesidades
futuras.
Recordando:
- Cuando la economía transita hacia un sistema más abierto, es cuando el Estado debe ser más eficiente y contar con reglas claras, flexibles y progresivas.
Twitter:@David_Quitano